Sinaloa | Norte
Don Chayo, de pescador a guía turístico a causa de la veda de camarón.
Cada 6 meses tiene que estar cambiando de giro para poder llevar el sustento a su familia.

FOTO: Luz Noticias.
Rosario Vega Michel, mejor conocido como Don Chayo, es un rostro familiar en el muelle de la Cooperativa del Cerro Partido en Topolobampo, pues desde los 8 años se dedica a pescar, oficio que aprendió de su padre.
Ramón Vega Velázquez, fue su maestro en el mar, ese mismo mar que hoy le da de comer de otra manera. Hace 6 años a causa de la veda del camarón, tuvo que migrar a los servicios turísticos con paseos en lancha, oficio que desempeña durante 6 meses cada año, hasta que vuelve a iniciar la temporada de captura.
"Yo me iba con mi padre a pescar. Él me enseñó a manejar lanchas cuando apenas era un chamaco", recordó.
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Hasta hace unos años, Don Chayo se dedicaba de lleno a la pesca, principalmente de camarón, pero como bien sabe cualquier hombre de mar, las vedas obligan a buscar nuevas formas de llevar el sustento a casa.
"Cuando se cierra la veda del camarón, me vengo a trabajar aquí, a las lanchas y así sobrevive uno hasta que vuelve a iniciar la temporada", indicó.

Ingresos
La vida como prestador de servicios turísticos le ha permitido mantenerse activo y con ingresos constantes. Asegura que no le va mal, aunque la pesca le deja más ganancia.
"Aquí en los servicios turísticos no se desvela uno tanto como allá, en la pesca. Y aparte aquí es pura fiesta", comenta con una sonrisa.
Don Chayo no solo navega; también transmite la pasión por el mar con cada paseo que ofrece. Para él, subirse a una lancha es como volver a su infancia.
"En el mar me siento libre, me siento a gusto", confesó.
Tiene cuatro hijas, pero ninguna siguió sus pasos, y es que el mar también requiere de sacrificios y sobre todo de paciencia, para esperar en temporada de camarón durante toda la noche y en veda a los turistas.

"Son puras mujercitas. Dos ya están casadas y una está soltera, pero no les gusta mucho andar aquí asoleándose", añadió.
Mientras haya mar, Don Chayo tendrá trabajo, el turismo le ha dado una segunda oportunidad sin alejarse de su primer amor: el agua salada y las lanchas. Y aunque los años pasan, su espíritu sigue flotando entre la brisa y las olas.
Mientras haya gente que quiera conocer el mar, ahí estará Don Chayo, listo para llevarlos, como un capitán que jamás se baja de su embarcación.
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