Sinaloa | Norte
Papache, "la fruta milagrosa" del noroeste de México considerada patrimonio gastronómico
En verano puedes encontrarla en mercados locales y puestos callejeros, donde mujeres y niños ofrecen cubetas llenas de papaches recién recolectados.

FOTO: Luz Noticias.
Entre mayo y julio en los mercados de El Fuerte y Choix en Sinaloa, además de calles del noroeste de México aparece el papache, también conocido como ciruela silvestre o ciruela de monte, una fruta que despierta recuerdos de infancia y tradición.
Se trata de un fruto típico de Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Durango, que ha sobrevivido de generación en generación sin necesidad de grandes campañas de promoción ni cadenas de supermercados.

Su encanto radica en la sencillez de su origen, al ser una fruta silvestre que se recolecta directamente de los árboles y se comparte en familia o entre vecinos.
El papache es redondito, del tamaño de una uva grande, con un hueso en el centro parecido al de la ciruela. Cuando está verde es duro y ácido, pero al madurar se transforma en una fruta dulce y jugosa, con tonos que van del rojo al morado oscuro.
Para muchos niños del campo, y las ciudades del norte del país, el papache representa esas tardes de verano en que se corre al monte o a la calle para llenar los bolsillos con el fruto recién cortado del árbol.

Además de comerse fresco, el papache se ha convertido en ingrediente de diversas preparaciones, se puede hacer aguas frescas y nieves que aprovechan su sabor agridulce. También hay quienes aprovechan esta fruta para convertirla en mermeladas y salsas caseras que acompañan desde pan hasta platillos típicos.
Otro de los usos es convertirlo en vino o bebidas fermentadas, elaboradas de forma artesanal en comunidades rurales.
El fruto no suele encontrarse en supermercados; su venta está ligada a los mercados locales y puestos callejeros, donde mujeres y niños ofrecen cubetas llenas de papaches recién recolectados.
Aunque es una fruta humilde, el papache se ha consolidado como parte del patrimonio gastronómico y cultural del noroeste de México. No solo endulza las mesas durante la temporada de verano, sino que también mantiene viva la tradición de consumir productos locales, naturales y de temporada.
Su valor no está en la exportación ni en la producción masiva, sino en la memoria colectiva, en las manos artesanas, en cada bocado se encuentra el sabor del monte, la infancia y la identidad de los pueblos del noroeste de México.
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